Un alma inocente vio la escena de Ypapanti...
pag. Ananía Kousteni
Un niño pequeño se levantó por la noche para ir a la iglesia a ayudar al sacerdote en el altar. Pero se equivocó y se fue demasiado pronto, el anciano no había ido, ni la criada, ni nadie más. Avanzando, el niño llegó a la puerta de la iglesia y ¿qué vio allí? Una madre con el niño en brazos y un anciano que sonreía radiante y, más allá, otro anciano y una anciana. Se quedó sin palabras, nunca había visto ese espectáculo, esa escena, fuera de la iglesia antes, se sorprendió y preguntó: "¿Qué quieres aquí?" ¿Quién eres? Y la mujer con el niño le responde: “Venimos a buscar a nuestro abuelo para realizar el servicio, para realizar el servicio juntos, hoy es el día”. Y yo estoy esperando que él venga, que él abra la puerta para que podamos empezar todos juntos, la gran celebración de hoy, y la mujer cerró la boca. Y pronto, no apareció nada. El niño corrió a casa, asustado y contento a la vez, y contó lo que había sucedido. Todos entendieron, porque les era fácil comprender, lo que había sucedido. La Virgen María, la Inmaculada Concepción, con Cristo de cuarenta días en sus brazos, San José, protector y guardián de ambos, y San Simeón Teodoco y Santa Ana, hija de Fanuel, el tabernáculo de la Inmaculada Concepción. ¿A quién esperaban? El sacerdote les pidió a todos que vinieran juntos para realizar el servicio.
Lo había oído del propio paciente, y sucedió hace poco que él también partió hacia las profundidades de la eternidad. Y entonces tengo el derecho, ahora que él se ha ido, sin mencionar cosas específicas, de decirlo. Él no quería que se lo dijeran. Era modesto y humilde. Una pequeña alma que hacía de herrero, y esta pequeña alma, el alma inocente, vio la escena de los Hypapanti. Muy conmovedor. Nuestra religión, hermanos y padres, está muy viva. Adiós. No pierde absolutamente nada, hasta el más mínimo detalle, y «todo es uno», nos dice el mismo Cristo en el santo evangelio.
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